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viernes, 29 de agosto de 2014

Detectives destapan un caso de venta de drogas

Hacía tiempo que los dueños de un bar en O Couto (Ourense) sospechaban del comportamiento extraño de uno de sus camareros. Por esa razón, a comienzos de 2013 contactaron con una agencia de detectives, con el fin de detectar irregularidades en el funcionamiento del local, e instalaron cámaras de vigilancia en lugares abiertos al público. 

En las grabaciones, el camarero en cuestión fue visto subiendo a un altillo sobre la cocina, un lugar de difícil acceso, utilizado como almacén, para manipular el soporte metálico de un tubo fluorescente adherido al techo. Tras desenroscarlo, cogía y guardaba diversos envoltorios que previamente había manipulado.

El descubrimiento fue puesto en conocimiento de la Policía, cuyos agentes programaron una inspección de la cafetería. Una vez dentro, procedieron a desenroscar el soporte metálico del tubo fluorescente situado en el techo. Allí se escondía un envoltorio plástico de color azul con 19,899 gramos de cocaína, cuyo análisis determinó una pureza del 68,55% valorada en 3.013 euros.

Ante la evidencia de la actividad desplegada por el camarero, se procedió ese mismo día a su detención. En su poder, llevaba 520 euros fraccionados en 10 billetes de 20 euros, 21 billetes de 10 euros y 22 billetes de cinco euros.

El caso será juzgado a principios de septiembre. El fiscal reclama una pena de seis años y medio de prisión para el camarero por un delito de tráfico de estupefacientes que causan grave daño a la salud, además de un multa de 10.000 euros.

Fuente: La Región - Ourense


lunes, 11 de agosto de 2014

Detectives privados infiltrados en hoteles

Los hoteles están expuestos a multitud de pequeños «timos» que a la larga pueden pasar factura, especialmente en verano. 

El margen para la picaresca es muy amplio. Desde aquellos que utilizan la piscina de otros establecimientos porque el que tienen contratado no la incluye, hasta otros más serios, como son los casos de robos por parte de bandas organizadas, que han proliferado en los diez últimos años debido al aumento de los turistas y el nivel adquisitivo de algunos de ellos. 

La mayoría no lo reconocen, por temor a perder clientes, pero algunos hoteles contratan detectives privados que se infiltran entre los huéspedes para detectar este tipo de actuaciones.

Las bandas organizadas roban desde móviles a tarjetas de crédito o tabletas. Suelen ir de hotel en hotel realizando robos importantes, muchas veces consecuencia de despistes de los clientes, que se dejan la puerta de la habitación abierta o no prestan atención al bolso u otros objetos en el comedor. Pero también utilizan técnicas más sofisticadas, como copiar la banda magnética de las tarjetas de las habitaciones, o adquirir diferentes personalidades.

Fuente: ABC


miércoles, 6 de agosto de 2014

Gran estafa en el Zoo de Madrid verificada por detectives

Todo comenzó en enero de 2014 con un mensaje anónimo que llegó al correo electrónico de la administración de Parques Reunidos, empresa que gestiona el Zoo de Madrid desde 1967. El mensaje decía: “Les escribo para avisarles de que en el zoológico les están robando a ustedes y perjudicando a los trabajadores y que los ladrones llevan actuando más de un año”. También aportaba dos nombres, el del gerente y uno de los taquilleros.

Ambos fueron detenidos la semana pasada como presuntos autores de una estafa de más de un millón de euros realizada con la venta de entradas falsas en el Zoo de Madrid.

Los responsables de Parques Reunidos contrataron los servicios de detectives privados con el fin de verificar los hechos denunciados. Así fue como pudieron comprobar el modus operandi de los estafadores. 

El detective compró una entrada un día con dinero en efectivo y pitó al entrar, pero le dejaron pasar sin problemas. Otro día hizo lo mismo, pero pagó con tarjeta. Ocurrió lo mismo, pitó pero pasó.

Los empleados tenían orden expresa del gerente de dejar pasar, a pesar de que las entradas procedentes de la taquilla número 2 no fuesen identificadas por el lector electrónico de la entrada. Eran falsas, duplicados, pero tenían un defecto: el código de barras estaba desplazado y por eso pitaban.

Habían instalado un disco duro externo para evitar que las entradas compradas con dinero en efectivo 
se contabilizasen en el sistema de registro de boletos central, con lo que esa taquilla no computaba, era como si nadie comprase entradas allí. En el caso de los pagos con tarjeta, utilizaban un datáfono portátil, guardaban las copias de los pagos y los hacían pasar por la taquilla número tres a cambio de llevarse el dinero correspondiente en metálico.

El Zoo calcula que han llegado a robar 1.168.147 euros, el equivalente a vender más de 40.000 entradas falsas en un año, tiempo estimado que han estado realizando estas operaciones fraudulentas.

Con los informes de la agencia de detectives y los de una empresa informática que comprobó que se había instalado un disco duro externo, los responsables del Zoo acudieron a la policía a principios del mes de julio pasado.

El gerente aseguró ser el único beneficiario del fraude y reconoció que tenía una caja fuerte en un banco con un total de 103.225 euros y que estaba dispuesto a devolverlos.

El caso sigue abierto y está en manos del juez del Juzgado de Instrucción número 2 de la plaza de Castilla.