La picaresca no tiene límites. En ocasiones se pilla al mentiroso muy rápido, por detalles como tener las uñas manchadas de grasa, lo que quiere decir que siguen trabajando pese a estar de baja; o el hecho de que les llamen continuamente al móvil, incluso durante la consulta, y comenten con su interlocutor cosas del trabajo.
Las anécdotas en torno a las bajas fingidas son muchas y variadas, desde una madre que fue descubierta explicando a su hija la forma en la que tenía que ponerse el collarín antes de entrar en consulta para que el inspector médico no se diera cuenta, hasta una señora sudamericana que quería viajar a su tierra, alegando que se le había muerto su madre, sin caer en que el certificado de defunción que tuvo que presentar era de 2009.
En otra ocasión, un hombre se cayó del balcón de su casa al descolgarse por la pared porque se le había roto la cerradura, rompiéndose varios huesos del pie. El hombre acudió a su mutua y trató de hacerlo pasar por un accidente laboral «in itinere». Lo de siniestro laboral lo consiguió, pero no que fuera calificado «in itinere». Para que así fuera, habría de haberse producido por el camino habitual que se toma para ir al trabajo y no puede haber temeridad.
Las agencias de detectives también descubren casos de picaresca, como el de una embarazada a la que se le dio la baja por reposo y fue vista saltando en una barca en la playa, o un hombre que decía tener problemas de cervicales y hombros y sacó un trono en Semana Santa.
Muchas veces, son los mismos afectados quienes se delatan colgando sus fotos en las redes sociales.
Fuente: La Opinión de Málaga